El pequeño árbol de Navidad
Érase una vez, en un apacible bosque cubierto por un manto de nieve, un pequeño árbol de Navidad. Este árbol era mucho más pequeño que todos los demás del bosque. Sus ramas no eran tan altas ni tan llenas, y a menudo se sentía olvidada.
Cada invierno, la gente venía al bosque a recoger un árbol de Navidad. Siempre elegían los árboles más grandes y llenos, dejando solo al árbol pequeño. El arbolito se sintió triste y deseó ser tan grande como los demás árboles.
Una noche de nieve, mientras las estrellas centelleaban en lo alto, una familia de animales del bosque se acercó al arbolito. Buscaban refugio del frío. El pequeño árbol, con sus escasas ramas, no podía ofrecer mucha cobertura, pero compartía lo que tenía.
Los animales, agradecidos por el refugio, decidieron decorar el arbolito. Adornaban sus ramas con bayas, nueces y telarañas bellamente tejidas que brillaban como oropel a la luz de la luna.
A medida que avanzaba la noche, acudían más animales, atraídos por el calor y la luz del arbolito. Cantaron canciones y compartieron historias, creando una atmósfera mágica en torno al árbol.
A la mañana siguiente, un grupo de personas entró en el bosque. Vieron el arbolito, resplandeciente de adornos naturales y rodeado de animales felices. Se dieron cuenta de que éste era el árbol más especial de todos. Puede que no fuera el más grande ni el más lleno, pero había unido al bosque y había difundido alegría y calor en los tiempos más fríos.
El pequeño árbol fue finalmente apreciado no por su tamaño, sino por su corazón y el amor que compartía. La gente dejó el árbol en el bosque, comprendiendo que su verdadero lugar estaba allí, siendo un faro de esperanza y unión para todas las criaturas del bosque.
Moraleja: Incluso los más pequeños pueden marcar una gran diferencia mediante la amabilidad y la calidez.